lunes, 16 de mayo de 2011

Víctor Hugo analiza el Superclásico y la 14ª fecha del Torneo Clausura 2011 para Canchallena.com

"El predestinado glorioso", la columna de Víctor Hugo para Tiempo Argentino

  El relator camina dos horas antes del partido desde el estacionamiento hacia la entrada de la Bombonera. Cientos de hinchas xeneizes piden que relate “bien” el gol de Palermo. “Uno a cero, gol de Palermo.”“¿Se va con un gol Martín, no?” Parece que todo el mundo tenía la única certeza del gol de su número 9. Si Boca perdía, sería 2-1, porque el ídolo no se podía despedir de un clásico sin dejar su marca. El cronista decía que sí, “que cómo no...”, de la misma manera que prometería lo contrario si hubiese ingresado por una puerta de River. Pero pensaba lo mismo. Que Palermo convertiría un gol. Un asunto del que estaban enterados también los fotógrafos, los alcanzapelotas y los jugadores de River.
Sin embargo, el predestinado habitante de los crepúsculos gloriosos de los domingos debió esperar un poco más de lo previsto. El primer gol no sería el suyo.
River, que tiene un gualicho de aquellos, después de 28 minutos en los que generó dos penales y una jugada de gol detenida por un línea, tras 28 minutos de jugar mejor, más compacto e incisivo, se metió un gol, acaso, y que perdone Palermo, era la única forma que tenía Boca de convertir un gol jugando de la forma en que lo estaba haciendo, que significa espantosamente.
Ahí, con ese regalo absurdo de Carrizo, los xeneizes parecieron entender que los dioses estaban esta vez con ellos, y pusieron cinco minutos de fútbol que se cerraron con el gol que todo el mundo esperaba. River lo facilitó como para quitarse de encima la sospecha. Que lo haga de una buena vez, dijeron los defensores y ahí nomás  entraba Don Martín a cabecear mano a mano con las dudas de Juan Pablo, para cumplir con ese mandato que era parte de la atmósfera como el aire frío y silbador que cruzaba la tarde. Poco más de media hora y Boca se encontraba con un triunfo que tenía aditivos maliciosos como el hecho inefable del gol de Palermo y la injusticia del resultado. River, en cambio, iba tomando nota de la impotencia de sus delanteros, de la cantidad de errores del árbitro y le empezó a encontrar, entre los habitantes de su tribuna, gusto a poco a la zurda de Lamela en soledad, y al brío de Almeyda con palpable inclinación al enojo que lo eyectaría del partido una hora más tarde. 
Y EL DESPUÉS. Los últimos minutos de ese primer tiempo eran la cola, el “trailer”de la película que se vería en el segundo. Sólo que otro protagonista de los pocos que generan expectativa por sí solo empezó a manejar los hilos, instalado como un ángel que lo hace desde su nube en medio de la tormenta que lo rodea. Juan Román Riquelme en uno de los clásicos menos brillantes de su vida, supo mucho antes del final que el premio venía  casi de arriba, que podía jugar como en un entrenamiento, y que nada podía cambiar el rumbo de una tarde que definieron mucho más los imponderables que los méritos.
No hubo individualidades destacas, salvo algún defensor como Juan Insaurralde que no influye en las calidades de un partido, y Patricio Loustau continuó esgrimiendo un reglamento especial que clausura su participación en las áreas. 
La gente de Boca tronó en sus dominios con una alegría al final legitimada, porque anduvo mucho más cerca del tercer gol que River de conseguir un descuento, aunque a los millonarios solamente les sirviera para tener un motivo valedero para seguir luchando.

Y EL FINAL. Pero ni eso tenía River por entonces. En un lateral, faltando 20 minutos, Matías Almeyda corrió desde la mitad de la cancha para hacerlo, mientras el joven Roberto Pereyra pensaba llegar con un trotecito apenas entendible en un jugador que “hace” tiempo...
En Boca se fue aclarando un poco el remolino de Pablo Mouche, Nicolás Colazo pensó que estaba “hecho” y el partido se fue muriendo en medio de tal indiferencia, que quizás por eso decidieron romper con la modorra Almeyda y Clemente Rodríguez, haciéndose echar al cabo de una pelea sin trompadas.
Matías se besó la camiseta, se desprendió de dos policías a los que pareció no gustarles el gesto del jugador, y él sintió que también eran de Boca los agentes, porque es lo que se piensa cuando uno se desbarranca y siente que todo le juega en contra. 
Julio César Falcioni salvó el año, lo cual está bien porque merece tener tiempo de armar su verdadero equipo, y Jota Jota no sabe qué decir, porque andar mencionando la suerte es argumentalmente pobre, aunque sea cierto.
Al cabo, puede decirse que Boca, habiendo llegado con ese gol bajo el brazo que aseguraba la leyenda de Palermo, recibió un obsequio inesperado, cuando Carrizo se anotó ese blooper para su carrera. Y, en fuerzas tan parejas, fue demasiada ventaja. 

lunes, 9 de mayo de 2011

"River, otro candidato en retirada", la columna de Víctor Hugo para Tiempo Argentino


Del mismo modo  que tantos candidatos presidenciales y quizás siguiendo la onda en ese sentido, River pareció también bajarse de la postulación que pareció esgrimir esta semana, al cabo de una actuación irregular, pero que lo tenía en la tabla en una condición de expectativa realmente muy interesante. No había encuesta que no le dijera a River que tenía mejores posibilidades que All Boys y que su preocupación tenía que instalarse en ir a buscar lo más alto de la tabla y no pensar en absoluto  en la parte de abajo de las posiciones. No obstante, el fútbol a veces tiene, como la política nacional, respuestas muy inesperadas. El cuadro de la película de ayer, hoy cambia por completo. Y así,  ahora a River le cabe nuevamente transcurrir una semana traumática, como en los viejos tiempos, sabiendo que tiene que jugar contra un Boca que llega entonado, en La Bombonera, y otra vez acechado por fantasmas extraños a su historia, como los son el descenso y esa constante irregularidad que lo tiene en un sube y baja de actuaciones promisorias y de victorias por caso inesperadas, como la que consiguió frente a Racing, y derrotas también casi absurdas, como la que se consumó frente a All Boys.
River demostró su desconcierto en la última jugada del partido de ayer. Decidió que fuera la acción que cerrara el juego porque faltaban todavía tres minutos, y en un córner, perdiendo 1-0, Juan Pablo Carrizo perdió la brújula por completo y salió corriendo al área contraria. Bastó un rechazo de cabeza para que JP Rodríguez corriese como antes lo había hecho Giglioti en el primer tiempo, cruzase todo el largo de la cancha y definiese el partido dejando a River tan perplejo como posiblemente algunos candidatos se soñaron hace algún tiempo y ahora se van, también como River, a pelear para no quedarse en el repechaje.
La actuación de All Boys fue la de un equipo inteligente, al cabo. Timorato al principio. Pero muy decidido en el segundo tiempo a liquidar el partido con una jugada más. Por eso, el equipo del Pepe Romero fue mucho más consistente y meritorio para quedarse con la victoria cuando iba ganando 1-0 que cuando el partido estaba todavía 0-0 y lucía tímido y sin ninguna resolución para lanzarse al ataque. Debió suceder que en el crepúsculo del domingo, el equipo de Jota Jota, que soñaba con la aurora, se haya  quedado con las manos vacías, justo esta fecha, en la que debe esperar el partido contra Boca.
En lo estrictamente futbolístico, el partido disputado en el Monumental sólo hizo justicia al final por la inteligencia de All Boys. Sí, River ligó mal, aun cuando su principal arma, Erik Lamela, que siempre intentó mostrarse y le dio un gol prácticamente hecho a Funes Mori, no tuvo la contundencia que el equipo necesita. Pero los que sí anduvieron peleados con la pelota fueron los dos de arriba y, además,  los cambios de su técnico fueron decididamente tardíos: ya a los 10 del segundo tiempo, quedaba más que  claro que repitiendo lo que había hecho en el primero, no le alcanzaba para poder cambiar el resultado. Y, de ese modo, Diego  Buonanotte y Manuel Lanzini entraron cuando quedaba poco tiempo para cambiar la historia.
Pero no está dicha la última palabra. Aunque este cronista, que nunca pensó que iba a vivir para ver a River en esta situación cerca del final, admite que es extraño que casi puede ser campeon y a la vez pelear por no descender.
Y ahora, para colmo, esta noche, el tigre de las dos batallas, ese Vélez que ha hecho de Versalles un fuerte de lujos y de victorias, puede separarse en las posiciones, tanto como para poner en su caja de seguridad ahorros suficientes que lo dejen tranquilo a la hora difícil de disputar la Copa Libertadores y el campeonato local al mismo tiempo...

domingo, 8 de mayo de 2011

Programa nº 37 de Bajada de Línea

Los goles de River 0 vs All Boys 2 relatados por Víctor Hugo

Víctor Hugo Morales entrevistado para Miradas al Sur: “Lo que pasa en la Argentina con los medios es impensable en Uruguay”

 
 Por Victoria Molnar
Publicado en el nº 155 de Miradas al Sur
Nació en Cardona, Uruguay, el 26 de diciembre de 1947. Desde su debut a los 19 años, jamás interrumpió su tarea de periodista, relator deportivo, locutor, conductor y escritor. Desarrolló la mayor parte de su carrera en la Argentina. La polarización política, su relación con el kirchnerismo y la acusación de “oficialista”
El pasado 20 de abril, la Academia Nacional de Periodismo (ANP) de la Argentina le aceptó la renuncia a Víctor Hugo Morales en lo que fue su primer plenario anual, según confirmaron fuentes de ese colectivo de periodistas. La aceptación le fue comunicada vía mail, y aunque no se emitió comunicado público alguno, Morales ya no aparece más en la página web de la entidad.
En los últimos meses, Morales estuvo en el centro de un parte aguas en el que no parece haber más opciones que a favor o en contra del Gobierno. Lo tildaron de “oficialista”, perdió amigos por discutir de política y recibió fuertes acusaciones de colegas, como el caso de Jorge Lanata, quien señaló públicamente que “Víctor Hugo se dio vuelta” a cambio de ganancias extraordinarias con su periodístico televisivo Bajada de Línea, que los domingos ocupa el primetime de Canal 9.
La situación llegó a su paroxismo el pasado 27 de marzo con el semi bloqueo a las plantas impresoras de Clarín y La Nación. El hecho desató el repudio de amplios sectores de la sociedad y fue considerado como un atentado a la libertad de prensa a manos del Gobierno, incluso por la Academia Nacional de Periodismo argentina, entidad a la que el periodista de Radio Continental pertenecía desde octubre de 2008. Discrepando “profundamente con ese criterio”, Morales realizó de forma automática, pública e “indeclinable” su renuncia a ese colectivo. Las repercusiones no se hicieron esperar.
–Me llamó mi suegra desde Montevideo para preguntarme en qué me había metido, había visto algo en la televisión y estaba preocupada. Entonces comprendí que en Uruguay no entienden lo que ocurre acá. Creen que esta polarización es una cuestión ideológica, pero lo que sucede en la Argentina es un fuerte juego de intereses con una verdadera distorsión de los poderes. Las empresas de medios avanzaron sobre otro tipo de intereses que no son los periodísticos ni los referidos a la libertad de expresión, sino a tener una posición dominante en los servicios y negocios prestadores de internet y de la TV por cable y de la televisión que influye en los contenidos. Eso construye un monstruo implacable cuya avaricia no se calma nunca y ataca a quien trata de acotarlo. La ley de medios se muestra cada vez más necesaria porque el verdadero poder, el más implacable, está en manos de sectores dominantes del periodismo que ni siquiera obedecen las exigencias que plantea esa ley. Es necesario acotar el poder de esos medios dominantes para que se pueda vivir en paz, algo inimaginable para Uruguay. Espero no estar equivocado, pero según mi perspectiva lo ideal es lo que se da en Uruguay, en donde hay un juego periodístico de intereses muy equilibrados con lo cual la democracia de los medios está salvaguardada.
–¿Cómo se da la libertad de prensa hoy en la Argentina?

–La libertad de prensa es importante pero para mí es menos interesante que la libertad de expresión, que es la certeza de que ninguna persona o medio, diga lo que diga, tenga consecuencias no deseadas por lo que dice. Nunca hubo tanta libertad de expresión en la Argentina, es tan extremo que creo que hemos llegado a un verdadero libertinaje. Ese fue el motivo por el que renuncié a la Academia Nacional de Periodismo cuando habló de una ofensa a esa libertad y me hizo partícipe. En ese momento, pensé que esta es la razón por la que yo nunca podría trabajar en política: el colectivo te obliga a tragarte sapos.
–¿A qué se refiere con libertinaje?

–Libertinaje es el agudo ataque que se puede hacer a cualquier persona, es decir que la Presidenta está loca o sugerirlo en la tapa del diario Clarín o de La Nación. Libertinaje es la posibilidad de mentar maniobras periodísticas montadas en función de verdaderos planes de destrucción del Gobierno en la medida en que atenta contra sus intereses. La Argentina vivió una situación destituyente. Si uno fuera Héctor Magnetto (mandamás de diario Clarín, habiendo perdido el negocio de millones de pesos del fútbol, soportando la acusación del monopolio Papel Prensa y de haber construido ese imperio en acuerdo total con la dictadura, siendo el presunto apropiador de hijos de desaparecidos y no haciendo nada para demostrar que no es así), la única solución que le quedaría es morirse antes de ir preso o que el Gobierno salte por el aire. Y en eso están los grandes medios con sus denuncias constantes y mentirosas. Entonces, el libertinaje es decir cualquier cosa, cualquier mentira, cualquier construcción sesgada de las cosas y que no ocurra nada. La libertad de expresión rige totalmente en la Argentina: no hay diarios clausurados, no hay radios clausuradas ni las va a haber.
–Se aprecia una polarización política que alcanza tanto a la prensa como a la población en general. Las posturas parecen estar a favor o en contra del gobierno de Cristina Fernández. Usted nombra a los diarios Clarín y La Nación como responsables. ¿A qué se debe?

–Yo al diario Clarín no lo toco y esto que pasa es un fenómeno argentino referido a Clarín. La Nación no es lo mismo que Clarín, pero se comporta de la misma manera porque los intereses en defensa de Papel Prensa lo desquiciaron. La Nación fue muy buen diario, siempre creíble, aunque la visión que tienen de los hechos es distinta a la mía. Ahora veo las tapas y no lo puedo creer. El fenómeno es único y se da porque aquí dos diarios son dueños de todo el papel para publicar diarios y es el único lugar del mundo donde eso lo consiguieron negociando con la dictadura. Actúan como juez y parte. Hoy la población está indefensa frente a los discursos mediáticos. Solamente las personas más preparadas, lúcidas y comprometidas con la discusión política, consiguen levantar las defensas. Y aún así están desinformadas. Hay que tomarse el trabajo de leer La Nación y Página 12, o Clarín y Tiempo Argentino, para no estar indefenso frente a los datos. En este momento, se torció mucho el aprecio por la verdad, y no todo el mundo puede comprar o tiene el tiempo de leer dos diarios.
–¿Cree que la actitud del kirchnerismo contribuyó a que se produzca esa polarización?

–El Gobierno argentino reaccionó con fuerza a cada uno de los ataques que recibe en esa visión sesgada que se da todos los días por los medios más poderosos en radio, televisión y diarios. Si el Gobierno no fuera contestatario frente a esta situación, se lo habrían llevado puesto. Lo que se está dando es un efecto de construcción periodística de la realidad para que la gente la consuma de esa manera. Son quienes construyen la bipolaridad de la Presidenta y la posibilidad de que los periodistas que no están en grupos hegemónicos sean no creíbles o pagados por el Gobierno. Clarínconstruyó mails contra mí diciendo que yo había cobrado millones de dólares del Gobierno y eso se envió de forma masiva. Es una mentira. ¿A vos te parece que alguien que construyó una vida en la cual ama poder plantarse donde sea y decir lo que se le antoja podría corromperse así? ¿Qué una persona llega a su casa después de 30 años de convivencia con una mujer y de golpe y porrazo le dice me vendí?
–¿A qué se deben esos ataques hacia su persona?

Clarín y La Nación saben que soy un buen contendiente ideológico porque tuve siempre buena imagen. Saben que soy una persona decente y lo que digo de ellos les duele. En consecuencia, lo que tienen que hacer es herir mi credibilidad y ahí es donde muestran que son capaces de cualquier cosa, de cualquier mentira. A mí, una cosa que me mortifica, me angustia, cuando pienso qué rebotes tendrá mi vida periodística en Uruguay, donde no saben qué es lo que hay en juego en la Argentina. Este fenómeno es único, no ocurre en Uruguay ni en Chile ni en México, ni mucho menos en los Estados Unidos o en Europa. Allí, los medios son importantes, tienen su prestigio y por lo tanto su incidencia, pero ninguno es dueño del papel con el que se hace negocio en todo el país. Igual, no me extraña ni me afecta recibir eso de ellos, porque yo tengo mi certeza de que lo que digo es sin ningún interés espurio detrás mío. Pero que alguien como Jorge Lanata, a quien estimé mucho, diga que me llevo dinero extra por tener el programa Bajada de línea en Canal 9, afín al Gobierno, me dolió profundamente.
–¿Se planteó llamar a Lanata para superar la situación?

–Me parece que llamarlo es darle una importancia que quizás no se merezca. Le ofrecí salir al aire desde mi programa, lo desafié, pero no hablamos todavía. Pensé, y estoy pensándolo todavía, dejar el programa Bajada de línea, como un castigo a él para que sienta el daño que hizo. Es un programa por el que pasaron más opositores que gente del Gobierno: Mauricio Macri, Felipe Solá, Pino Solanas, Ricardo Alfonsín, Luis Zamora, Miguel Bonasso. Me molesta lo que dijo porque lo que yo gano allí, bajo mi juramento, es la séptima parte de lo que gano en Radio Continental. Y se está hablando de un dinero absolutamente normal y lógico de un profesional de tantos años de trayectoria.
Además, por defender lo que yo creo y con esa acusación de “se dio vuelta”, perdí muchísimas relaciones de amistad o de pertenencia social. Yo en el Colón era Gardel en los tiempos de la confrontación entre el Gobierno y el campo y ahora hay gente que me destila un odio feroz. Pero entro y salgo con la misma naturalidad con que lo hacía antes. Tenés que tener temple para confrontar con eso.
–¿Quién cambió, usted o ellos?

–En 2008, yo estuve del lado del campo desde mis convicciones políticas: el tratamiento igual a los desiguales es un gravísimo error. Luego, llegaron una serie de postulados del Gobierno que, por propia convicción, defendí insistentemente. En consecuencia, quisieron instalar que me había dado vuelta, porque la gente cree que vos le pertenecés y la gente de la derecha pensó que yo le pertenecía porque alguna vez coincidió conmigo y al no coincidir se enojó. La realidad es que hice uso de mi libertad de forma excepcional y tuve la voluntad de romper con la pertenencia social. Siempre estuve al servicio de mis convicciones, de mi manera de ver la vida y del mundo. El honor y la ética son la razón de mi vida.
–¿Qué motivó su afinidad con el actual gobierno argentino?

–La promulgación de la ley de medios. Pero no sólo eso. Llevo 15 años peleando contra Clarín. En 2000, fui al Senado para dar un discurso y hablar sobre la maldición que es ese diario para la vida de los argentinos. Clarín es la llaga moral más terrible que haya tenido la Argentina. Por su gravitación, por el inmenso poder que tiene en amparar y proteger sus intereses. Cuando encontré un contexto favorable para la confrontación con Clarínno pude menos que sumarme. Y admiro el coraje que tuvo el Gobierno para enfrentarse a Clarín. Eso fue muy seductor porque no conozco a nadie en el mundo que se anime contra los intereses periodísticos más fuertes, ponerlos enfrente, además, y poco menos que determinar quiénes son los verdaderos enemigos. Además, hubo estatización de las jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo que generó la recuperación de muchos chicos que ni siquiera podían ir a la escuela, el Matrimonio Igualitario y una legislación muy potente para el trabajador donde el costo que hoy en día se paga por echar un empleado debe ser el más alto del mundo. Esto hace a la dignidad del trabajador. Yo soy un laburante, privilegiado, claro, pero nunca dejé de ser en un trabajador en mi conciencia.
–Luego de la muerte de Néstor Kirchner, tomó relieve una palabra-concepto: militante. Desde el oficialismo se habla de un renacer de la militancia e incluso de “periodismo militante” en contraposición y hasta desestimando a la posición de “periodismo independiente”. ¿Qué opinión le merece ese periodismo? ¿Le molesta que lo emparenten con eso?

–Periodismo militante es el que está dispuesto a tragarse sapos por un bien más importante. El periodismo militante ve y sabe los defectos pero no los menciona. El periodista que quiere preservarse, que es mi caso, cuando detecta esto es lo suficientemente egoísta como para decir “me importo más yo y no me quiero causar el daño de perder credibilidad”. Esa credibilidad es poder demostrar lo que uno piensa con una construcción en la cual el que escucha no tenga que violar su inteligencia para creer. Si viviera en Uruguay tendría afinidad con un gobierno de izquierda pero no me callaría lo que no me gusta. Acá tampoco lo hago, en mi programa somos críticos de muchos temas a los que les doy un tratamiento cotidiano: las dificultades que tiene el Gobierno para instalar la despenalización del aborto, el paradigma de corrupción que es Ricardo Jaime, el Indec, la Ley de Minería. Soy el absoluto líder de los programas que yo hago.
–¿Cree que ese periodismo militante, en especial el del programa 6,7,8 colabora con esa polarización?

–Sí. Creo que se les va la mano en la generosidad al periodismo militante. Pero a 6,7,8 le veo una ventaja enorme: no miente y destruye la mentira de los otros. Recorre un camino que es demasiado afín con el Gobierno, y en todo caso no discute temas que lo comprometen, pero desnuda mentiras y éste es un mérito incuestionable que le hace mucho bien a la sociedad. Por otro lado, afecta a la polarización del periodismo en el sentido de que a veces creo que fui crítico del Gobierno para mostrar mi diferencia. Entonces, sobreactué la crítica. Eso me pasó por ejemplo con el tema de los dos millones de Néstor Kirchner tras salir la ley de medios.
–¿Se sintió forzado a sobreactuar la crítica al kirchnerismo?

–No forzado. Te entusiasmás con encontrar algo y de repente pegás más de lo que corresponde, porque el tema no daba para tanto. Entonces, creo que hay una ingenuidad en lo que hacen los que se llaman periodistas militantes a los que yo respeto, mientras no mientan, pero que no comparto.
–¿Hay independencia periodística en la Argentina?

–Yo soy independiente. Más que eso y mucho mejor que eso: soy libre. Pero el periodismo independiente es una aspiración cada vez menos alcanzable en la Argentina. ¿Cómo sos libre? Es una construcción en el tiempo. Sos libre si tenés una trayectoria que te proteja. Por eso puedo estar en una radio, como Continental, que pertenece a una empresa abiertamente confrontativa con el Gobierno diciendo lo que yo quiero. Yo podría discutirles la libertad a muchísimos periodistas. En los programas de cable de muchos de los que se dicen independientes, no hay sueldos importantes y ganan consiguiendo auspicios de empresas, bancos, corporaciones y gobiernos. Entonces, esos periodistas están referidos a esos intereses que pagan por protección. Sin embargo, la mayoría de los periodistas que se dicen independientes consideran que lo son en la medida en que están en la vereda de enfrente del poder político, pero hay otro tipo de poderes y para el periodismo la independencia de esos poderes es extraordinaria. Hoy es mucho más peligroso Clarín que el Gobierno. Hay mucho miedo a Clarín: a que te ignoren, a la crítica que te pueden destinar. A mí no me afecta porque tengo la fortaleza personal, moral y de trayectoria para decir lo que quiero. Mi límite es mi propia conciencia. Pero sí afecta a mucho periodista joven, a muchos actores y eso sí genera un recorte de la libertad de expresión. La desvergüenza de llamarte independiente y estar al servicio de ese tipo de intereses no tiene límites.
–¿Vota en la Argentina, le ofrecieron algún cargo?

–No voto en la Argentina. Nunca dejé de ser una persona del Frente Amplio y es el único voto que emití en mi vida. Y sí, tanto en la Argentina como en Uruguay me ofrecieron entrar en política, ofreciéndome cargos. Me ofreció Néstor Kirchner, me ofreció Mauricio Macri, me ofreció Tabaré Vázquez. Siempre dije que no. No podría ser parte de un colectivo privándome de decir lo que se me antoja. Además, la primera de las trabas para aceptar eso también fue económica. Mi actividad privada como comunicador siempre fue muy seductora. En consecuencia, cuando alguien te ofrece un cargo también te está pidiendo que dejes eso y te está pidiendo dinero. Es mucho dinero y yo no soy una persona de origen de fortuna que lo tenga todo salvado. Si dejo de trabajar ahora y llego a vivir 20 años más me como lo mío y lo de mis hijos.
–¿Cómo se ve en el futuro?

–Trabajando siempre en periodismo hasta que la lucidez y la garganta me aguanten. Por ahí, en algún momento tengo que dejar de relatar, algo que todavía no me ocurre ya que me divierto muchísimo. Quizás dentro de cuatro o cinco años, los golpes de estrés que estoy teniendo ahora me pasen factura. O, tal vez, lo peor, dejo de interesarle a los medios. Entonces me iré. Pero a mí me van a retirar. No me voy a retirar yo solo.

jueves, 5 de mayo de 2011

"Conversaciones con Víctor Hugo" (4ª Parte)

Por Julio Boccalatte y Marcos González Cézer
Para la Agencia de Noticias Télam

La charla con Víctor Hugo Morales llega a su final. Y el último repaso es sobre su historia personal con los Mundiales, desde el de Argentina 1978 al de Sudáfrica 2010. Siempre, claro, con la imagen de Diego Maradona sobrevolando

-¿Qué es un Mundial? 

-Es una carrera de 100 metros, normalmente un impostor en cuanto a los resultados porque puede ganar cualquiera. Los de México 1970 y Alemania 1974 me quedaron atravesados porque trabajaba en radios chicas que no tenían dinero para pagar los derechos. Mi primer mundial es el del 78. Vine a relatar para radio Oriental, de Montevideo. Lo viví a pleno, con enorme felicidad, con la alegría de que se jugaba en la Argentina pero, a la vez, con la enorme frustración de que Uruguay no estuviese, como no estuvo en España 82. Se perdió los dos Mundiales que no debía perderse.

-¿Disfrutó el Mundial de la Argentina? 
-Sí, lo disfruté a pleno. Vine a transmitir a la Argentina campeón del mundo. Me pareció que era un resultado normal, que perfectamente Argentina le podía meter cinco goles a Perú. No vi nada raro detrás del resultado porque para mí, insisto, la Argentina campeón del mundo era un final lógico, comprensible. Sí se armó un debate en otro sentido.

-¿En cuál? 
-En el puramente profesional, porque inauguré, al menos en este ámbito, las transmisiones "off-tube". Salvo el partido inaugural y los de la Argentina, el resto de los encuentros los transmitimos desde Colonia, con mi equipo. Eso provocó un gran debate en el mundo periodístico de mucha gente que después no tuvo más remedio que hacer las transmisiones así. Y esa fue una jugada mía que salió muy bien, tuvo mucha fuerza.

-Saltemos al Mundial de España 1982.
-Fui con la convicción de que la Argentina era favorita, por mantener el plantel que había ganado el Mundial anterior y, además, con Diego Maradona. Había toda una polémica que envolvía a César Luis Menotti, al equipo, que francamente ya no recuerdo. Y en lo futbolístico un resultado negativo con Bélgica en el primer partido condicionó su marcha en el resto del certamen. En ese partido se perdió todo, no le permitió una progresión y, apenas salió de su grupo clasificatorio, lo que le tocó era terrible.

-Italia y Brasil.
-Exacto. Pero, en lo personal, creo que en España 82 logré uno de los mejores relatos de mi carrera, en la vuelta olímpica de Italia tras vencer en la final a Alemania, porque tiene momentos muy buenos de narración y descripción. Y además estaba el hecho de que a mí me gustan los Mundiales en Europa, los que se juegan en países a escala humana digamos. Detesté los Mundiales en Estados Unidos (94) y Corea-Japón (2002), fui solamente a trabajar.

-Queda hoy la sensación de que esa década, la que incluyó los Mundiales de España 82, México 86 e Italia 90, fue clave en su vida profesional y personal, ¿es así? 
-Puede ser, sobre todo porque los Mundiales del 82 y 86 conforman el más alto nivel de la historia del fútbol mundial.

-¿Por qué? 
-Por el juego y por la cantidad de selecciones que tuvieron chances y que jugaron bien y que participaron con posibilidades.

Grandes equipos. Mayor número de partidos tremendos. La Selección Argentina hizo en México 86 el mejor fútbol que haya visto yo en un Mundial. Y en el de Italia, que casualmente fue el peor de los campeonatos del mundo, es al que vuelvo desde la nostalgia.

-Explique eso.
-Humanamente fue para mí el mejor de los Mundiales porque, primero y la que ya dije, los países europeos te permiten vivir en lugares a escala humana: trasladarte en tren, ir en auto de una ciudad a otra. Ver todo. Estar feliz con la convivencia mientras no hay futbol, feliz con lo que ocurre. Saltar de Italia 90 a Estados Unidos 1994 fue un golpe insoportable, lo mismo que pasar de Francia 1998 a Corea-Japón 2002. Esos Mundiales no me llenaron.

-Pero cómo, en el marco de sus recuerdos, un campeonato tan pobre en lo futbolístico como el de Italia está entre sus preferidos.
-El Mundial fue horrible, es verdad, pero los partidos que Argentina les ganó a Brasil y a Italia son imposibles de olvidar.

Y, para mí, sobre todo el retorno de Nápoles después de ganarle a Italia por penales. Es uno de los episodios más lindos de la vida.

Un grupo de amigos, volviendo felices. La experiencia de entrar a Roma a las tres de la mañana viniendo de Nápoles, y encontrar el silencio más grande que vi en una ciudad en toda mi vida.

-¿Qué otro recuerdo puntual le quedó de ese partido? 
-La hazaña completa. Los relatores recordamos los goles por cómo los relatamos. Y los partidos por cómo nos fue, no solamente por los resultados. Ese partido contra Italia era imposible de ganar, ¿cómo ibas a sacar a Italia de su campeonato del mundo? Y Argentina la sacó bien. Fue mejor que Italia. Desde México 86 en adelante, ese fue el único gran partido de Argentina. Y nosotros hicimos una gran transmisión. En esos tiempos disfrutamos mucho porque apareció una comunicación muy fluida con Italia. Fue desde el punto de vista periodístico el más grande trabajo radial que hice con un equipo en mi vida. Se juntó un trabajo impecable con el acceso de la Argentina a la final, más allá del pobre nivel futbolístico del campeonato, y por eso no lo olvido más.

-Después, ya lo dijo, el de Estados Unidos 94...
-... fue un Mundial que no debió jugarse ahí. Los Mundiales deben jugarse en países que tienen pasión real por el fútbol. No me acuerdo ni de los detalles, ni de los partidos. No me sentí cómodo ni me gustó nunca, antes, durante o después. Solamente recuerdo las grandes distancias, de Boston a Dallas, y esas cosas.

-Pero tuvo revancha en Francia.
-Claro, ahí me sentí como pez en el agua. Lo mismo que en Alemania 2006: la pasé genial en Alemania, me llevé una felicidad inmensa en lo personal. Alemania siempre fue muy grata con la Argentina, muy cordial, y yo lo pude palpar allí. En cambio, como dije también, de Corea-Japón tengo apenas recuerdos y lo mismo me pasó en Sudáfrica, el año pasado: no me interesó prácticamente en ningún sentido. No me interesaron las ciudades, ni culturalmente.

Después de recorrer los museos donde están las miserias humanas más espantosas que se vivieron ahí, el interés decae. Después no hay nada que prácticamente te diese satisfacción.

-Pero hagamos un repaso desde el aspecto futbolístico.
-Creo, en principio, que hay una enorme injusticia respecto del reconocimiento del seleccionado del 98, dirigido por Daniel Passarella. Quedó eliminado en cuartos de final ante Holanda en un partido que tranquilamente pudo haber ganado. Pero peor es lo de 2002: la enorme frustración de quedar eliminados en la primera rueda se terminó imponiendo a lo que fueron, para mí, cuatro años de gran fútbol de la Argentina. La Selección fue grande como nunca en esa etapa.

-No le importa a usted el resultado del Mundial.
-No, no me importa. Sé que a la gente sí, lo que está vendido es eso. Mi cabeza está hecha de otra manera para evaluar eso. Me quedó un gusto amargo por lo que le quedó a la sociedad futbolística argentina pero no por mí.

-No cambió su valoración por Marcelo Bielsa.
-De ninguna manera. Bielsa sigue siendo para mí un verdadero genio, el mejor entrenador de fútbol del mundo. Pero por escándalo.

Y el más coherente de los directores técnicos. En todos los rubros es un tipo que no tenés manera de vulnerar y sobre todo por su continuidad en sus convicciones a rajatabla en cualquier lado. El va con Chile a jugar el campeonato del mundo y lo juega muy bien.

Le juega a Brasil y a España de la misma manera que intentó jugarles a los equipos que son sus iguales o inferiores.

-¿Y qué concepto tiene del equipo de José Pekerman en Alemania? -También fue un buen seleccionado. Me gustó el fútbol que desplegó Argentina. A veces me da mucha bronca porque lo que se le ve al Barcelona es casi una sobreactuación de una idea, pero la Argentina del 2006 jugaba como España.
-De ese Mundial, entre otras cosas, se recuerda a Lionel Messi en el banco de los suplentes en el partido con Alemania mirando al piso, a un costado. ¿Tiene ese registro? -Sí, tengo ese registro. Y creo que para Messi fue una gran experiencia. Pekerman quizás cometió un error, pero a Messi le vino fantástico. Pekerman terminó haciendo mucho por Messi. Nunca será valorado ni por el propio Messi pero la lección de vida de haberlo dejado ahí es muy fuerte. Tal vez no le sirvió a la Selección porque creo que no debió privarse de Messi, pero Messi tampoco cambiaba la ecuación decididamente. Me parece comprensible lo que hizo Pekerman.

-Nos resta el de Sudáfrica, con Diego en el banco.
-Iba todo muy bien. Lamenté muchísimo lo que pasó. Si Diego hubiese jugado el Mundial como lo hizo con Alemania en un amistoso de marzo previo (triunfo 1-0, gol de Gonzalo Higuaín), ahí tenía el equipo, la forma de jugar. A Diego lo seduce y lo condiciona en Sudáfrica tener seis delanteros fantásticos. No podés dejar a cuatro en el banco, es demasiado. Entonces se le ocurre jugar con tres y eso que le iba a dar resultado contra rivales más débiles, ante equipos más fuertes era un riesgo.

-Más allá de que en algún momento pudo empatar...
-... cuando estaba 0-1, es verdad, y podríamos estar hablando de otra cosa. El segundo gol de Alemania se produce cuando Argentina merecía el empate. Así lo dije en mi relato. La madre del borrego fue que se saliese del 4-4-2 que le había dado tan buenos resultados. Entiendo por qué lo hizo. Fue de mayor a menor. Ya contra México hubo declinación y triunfo no demasiado justo y fue el anticipo de lo que podía ocurrir con Alemania. No me gustó el descalabro posterior, el sentido autodestructivo que le ganó al equipo después del segundo gol de Alemania.

-Víctor Hugo, en la entrevista anterior hablamos de los relatos emblemáticos de su carrera, pero nos quedó uno en el tintero, con el que nos gustaría cerrar la charla.
-Con cuál.

-El de la "Mano de Dios", el primero de Maradona a Inglaterra en los cuartos de final de México 86.
-Es el que define mi vida como relator.

-¿Por qué?
-Porque es el relato que quiere el espectáculo pero también quiere la objetividad del hecho en sí mismo. Creo que es un portento de relato de criterio independiente. Lo quiero más que al otro que hice ese día, fruto de inspiración, visceral, emocional, pero el relato del gol con la mano está hecho del sentido periodístico que le doy a mi vida, que es el rigor de la incapacidad de ocultar un hecho que no sea conveniente para lo que uno tiene su audiencia, es decir: lo políticamente no correcto.

-Usted dice que fue con la mano.
-Exacto. Y hay una anécdota que después me condicionó muchísimo: le pregunté al aire al ya fallecido compañero y amigo Ricardo Sciocia, que estaba en estudios: "¿El gol fue con la mano?". Y me dice: "El gol fue de cabeza". Me quería morir. Yo había dicho que fue con la mano. Me quedé como un pollo mojado, me quería morir.

-Pero fue con la mano.
-Fue con la mano.

-Entonces, ¿ese gol con la mano qué simboliza en su carrera? 
-Simboliza la capacidad para decir la verdad.